EL FRUTO PROHIBIDO… Y EVA

Cuento crítico publicado en NOVEDAPS (ICS) desembre 2001



Se dice, que hubo un día en que todo se creó y en sólo seis días (EFICIENCIA), el todopoderoso creó el cielo, la tierra, el hombre y los animales. Cansado de crear, el todopoderoso juega, perfecciona, diseña y creó la mujer (CALIDAD) Al séptimo día, acabó su obra y descansó (día de lleure).

Allá en el Edén, entre el Tigris y el Eufrates (Hoy zona embargada por Bush), Dios plantó un jardín y en el centro destacaba el árbol de la ciencia, del bien y del mal (Tecnología punta, RMN, novedades farmacéuticas), estaba orgulloso de su obra, lo susurraba por la brisa del paraíso (No había televisión ni elecciones políticas), pero… prohibió a sus siervos (Hoy asalariados) probar de su fruto.

Eva, juguete del paraíso, desnuda, inconsciente, producto de una costilla y que no era ni familia, fue tentada por la serpiente (¿?????)… y probó el fruto prohibido,( se saltó las normas, no cumplió los porcentajes) y Adán, infeliz, se dejó corromper.

El Todopoderoso se enojó, los castigó con la mortalidad y los expulsó del Edén (No los citó al despacho, porque no lo había creado).

Adán fue castigado a ganar el pan con el sudor de su frente (5 minutos por visita para la eternidad).

… y Dios dijo a la mujer: Multiplicaré tus dolores en las preñeces, parirás con dolor y tu marido te dominará.

Eva dejó el Edén, vestida, pero con una sonrisa (tomaba la píldora y había epidural). Seguiría probando los frutos que le apetecieran, sin pasarse ( por eso de la línea), pero Eva, pensaba por si misma, no solía seguir protocolos fundamentalistas, seguía creyendo en su intuición. Seguía creyendo en esa mezcla de arte y ciencia, quería seguir siendo humana y no pensar demasiado en criterios economicistas, dejó el paraíso sin dejar de sonreír porque hacia tiempo que Eva… era atea.

Detrás de la pantalla


Relato publicado en la antologia (Qué me estás contando) Editorial hijos del hule 18-10-07


Eduard observa de forma compulsiva el reloj de diseño que hay en la pared. Dentro de una hora acabará este horrible turno de doce horas. Tiene ganas de huir del ambulatorio, dejar el uniforme en el cesto de la ropa sucia y salir a la calle para respirar.
Cuando llegue a casa, su mujer y sus hijos estarán durmiendo, lo prefiere así. No tendrá ganas de hablar y sobre todo no soportaría escuchar más quejas de nadie, menos de la familia. Se dará una ducha larga y caliente, luego se estirará en el sofá, hasta confundirse con él, y poder sentirse sólo un mueble.
Está a punto de desconectar el ordenador, cuando una voz lo arranca de forma cruel de su ensimismamiento.

–Chicos tenéis un aviso: Tráfico en Gran Vía con Rocafort. Dos politraumatizados y un exitus. ¡Daros marcha! Prepararos para lidiar con prensa y exceso de curiosos, los accidentados son gente del famoseo. Suerte.
La voz cantarina de Raquel, la administrativa, era lo último que deseaba oír; una guindilla para rematar aquel día: Infarto al alba. Cadáver a media mañana, descubierto por las sospechas de la vecina; ya que la abuela llevaba semanas sin bajar la basura. Psiquiátrico de ciento cincuenta kilos a la hora de comer; que con cuchillo en mano, amenazaba a todo bicho viviente que se movía. Pelea con navajazos para merendar, y acabando el turno un tráfico.
¿La gente no sabe divertirse de otra manera?
Llega al lugar del accidente y por suerte la policía se le ha adelantado. Han limpiado la escena, apartando fotógrafos y ciudadanos morbosos, que disfrutan llorando con las desgracias ajenas o viendo sudar a los obreros en los andamios.
Eduard see encuentra con un coche deportivo rojo hecho trizas: un montón de euros, convertido en chatarra. El conductor que llora de forma histérica, solo tiene rasguños sin importancia y una borrachera impresionante. Desde luego, interpreta mejor en la telenovela que emiten cada tarde por televisión; parece más natural detrás de la pantalla. Mientras le inyecta vitamina B y le da un ansiolítico, constata que es más bajito y delgado de lo que parece en la serie; será cierto que la tele engorda. Su compañera no volverá a rodar ningún otro capítulo: está fiambre. Los guionistas tendrán que estrujarse los sesos, pues la joven, cree recordar que era una de las protagonistas de la serie.
Los curiosos se multiplican como las setas. Una mujer llora y grita al público, como si ella fuera un personaje más del folletón de la tarde, informa a todos de que Agnes la hija del banquero está muerta. Un abuelo dice que la culpa es de Ramón, que conducía borracho. Escucha los comentarios sin dejar de trabajar y lamentándose de que la gente sea tan ignorante. ¿No saben discernir la realidad de la ficción?
Eduard ejecuta su trabajo de manera automática, con la eficacia que se obtiene después de años. Atiende al otro superviviente, también actor de la telenovela, y mientras le pone una vía, un collarín y lo intuba, sigue escuchando los comentarios del público, que están disfrutando como camellos con un capítulo en directo de la serie que lleva entrando en su casa, hace más de mil tardes.
La actriz para el forense, el conductor para la policía y el otro superviviente directo a cirugía del Clínico. Por fin se acaba el turno y Eduard se dirige feliz a casa.
Como suponía, encuentra su hogar envuelto en un silencio acogedor. Se estira en el ansiado sofá... pero no tiene sueño. Tampoco tiene ganas de leer. Piensa que será mejor dejarse hipnotizar por la caja tonta y no pensar en nada. Conecta con una cadena en la que emiten películas antiguas, en blanco y negro y se deja arrastrar por las imágenes, por la música de fondo.
Es un pastel de película, un dramón sin pies ni cabeza y Eduard sin saber porqué, empieza a llorar como un niño. Llora y moquea al compás de la protagonista, cuyo novio la ha dejado embarazada y está apunto de lanzarse al río Hudson.