Navidad, luces, regalos y policia en las Ramblas...




Paseando por unas Ramblas, adornadas con luces ecológicas que nuestro tripartito ha escogido para paliar la crisis, me ha sorprendido una estampa poco navideña y enormemente desorbitada.

Estudiantes contra el Plan de Bolonia, se manifestaban en Plaza Universidad, hecho pintoresco en un país sedado, que ya no sale a la calle, que traga con lo que sea, que soporta ERES manipuladas, crisis que se quieren paliar subvencionando bancos… en fin, comprobar que los estudiantes aún disponen de esa voz critica que los adultos parecen haber perdido, me ha hecho sentir reconfortada por unos instantes: Mi ciudad aún no se halla en situación comatosa, pero… la realidad aplastante vestida de uniforme, como en los viejos tiempos vestía de gris, ahora, con colores de diseño autonómico, seguía como siempre, amenazante, implacable, intolerante, intentando anestesiar a una juventud que quiere opinar sobre su futuro.

No puedo discutir sobre el plan de Bolonia, los años no han conseguido anestesiarme del todo pero me han apartado de las movidas universitarias, pero si estos jóvenes luchan contra la privatización de la universidad, si opinan sobre su futuro y dan la cara contra la injusticia, estoy con ellos y pienso que es intolerable el enorme despliegue policial que desde Ramblas llegaba hasta las Rondas, con el único fin de hacer callar a quienes han de ser escuchados.

Ese gasto de erario público que se malgasta en reprimir a la juventud, debería invertirse en evitar que empresarios y políticos corruptos, utilizando la palabra crisis (sobre la que a veces dudo), tengan las manos libres para echar a la calle a los padres y madres de esos universitarios que quieren poder acceder a una universidad pública y en condiciones.

Suerte a todos esos jóvenes que son fieles a unos ideales y causas justas y que la anestesia de la edad no pueda con vosotros.

¿COPAGO? Quizás este, no sea el término…



A modo de preámbulo: En anteriores escritos he defendido el copago como sistema para frenar la crisis de asistencia (nunca la económica). Dicen que rectificar es de sabios, lo cual no es mi caso, pero si el de argumentar, y una realidad es que la situación actual de los médicos también está en crisis y TODOS, hemos de contribuir a una racionalización del uso en el sistema sanitario, por la salud de nuestros profesionales y desde luego por un buen servicio a nuestros pacientes. Aclarado este concepto, os invito a leer mi argumentación.

El debate del copago ha coincidido con una época de crisis económica y con la existencia de unos presupuestos escasos para satisfacer una sanidad pública que a su vez debe atender a una población en aumento y con una frecuentación progresiva.
Se tiende a mezclar conceptos y se habla de copago como medida para corregir los déficits presupuestarios y en ello, no radica la cuestión.

El copago no puede entenderse como una recaudación económica extra que ponga el parche a unos problemas de gestión que están siendo irracionales, escasos y poco trasparentes. El copago, un sistema de ticket moderador u otra medida que hay que consensuar, sería una herramienta para racionalizar el uso de un sistema sanitario público que está desbordado.

Existe una realidad en la sanidad pública que es la saturación de los servicios, y en especial de la asistencia primaria y el servicio de urgencias, que se han convertido en el culo de botella del sistema sanitario público.

En Primaria nos regimos por unos principios que hemos asumido: ser accesibles, resolutivos, eficaces, eficientes y además educar a la población para que use de forma adecuada el sistema de salud.

Para cumplir estas reglas, nos hemos de guiar en la medicina basada en la evidencia y todo ello, disponiendo de menos de diez minutos por visita, y atendiendo a una población que se ha desbordado en número, que ha envejecido, y que se ha vuelto más demandante, medicalizando problemas banales y a menudo ni tan siquiera de salud; el malestar de la vida es una de las consultas habituales en primaria.
A ello hay que añadir la falta de profesionales y el uso de nuevas tecnologías que tienen mucho que desear (fallos continuos en los servidores y programas informáticos que van cambiando de forma frenética, a menudo, sin la preparación previa de los profesionales).

Se apostó por la accesibilidad en primaria y el objetivo se consiguió con creces, pero poniendo barreras para poder derivar a nuestros pacientes a otros niveles. Si no, miren en cada centro la lista de espera para poder consultar con un especialista (meses) o con un centro de hospitalaria (años).
Ello ha convertido la primaria en un colador con los agujeros obturados.

Se apostó por ser resolutivos y también se consiguió el objetivo: control en las consultas de diabéticos insulino-dependientes, anticoagulantes orales, crioterapia, cirugía menor, infiltraciones, control absoluto de las bajas…
En Primaria han bajado las derivaciones, pero en cambio se nos vetan las pruebas diagnosticas (RMN, DMO), tardando meses en que un paciente se pueda hacer un TAC o una ecografía.
¿Resolutivos sin medios?
¿Resolutivos sin tiempo?
¿Resolutivos sin personal?
Sin solucionar estos problemas, decir que hemos de ser resolutivos es una tomadura de pelo hacia los profesionales y sobre todo a los pacientes.

Se apostó por la eficacia y la eficiencia, para ello se hace un control exhaustivo del gasto farmacéutico, eso sí, no se lucha, o bien se actúa poco, para que bajen los precios de los medicamentos. Se aceptan todas las licencias de fármacos nuevos, se cobra el tanto por ciento correspondiente y luego se nos envía la carta mensual a los médicos, diciendo que el medicamento que entra en nuestra cartera es de poco valor intrínseco o no es la novedad con la que se publicita.
Nosotros nos encargaremos de explicar a los usuarios que los genéricos son bioequivalentes, que las novedades no son tales y que el medicamento más caro no es el mejor. El tiempo no vale nada, el tiempo dedicado en consultas no es baremable, no es productivo, es de bajo valor intrínseco…
Pero los médicos que son magos, han conseguido que baje el gasto farmacéutico y que nuestros pacientes acepten los genéricos y lo más importante que no se equivoquen de fármaco ya que cada mes en la farmacia les cambian el tamaño y el color de las cajas.

Queda la apuesta “top”: la educación sanitaria de los pacientes, usuarios fieles al sistema público, que confían en sus médicos, enfermeros del centro y ponen en nuestras manos su salud, nos han convertido en los dispensadores de las mejoras que les han prometido en las urnas electorales.
Nadie se puede negar a una vida larga, con ejercicio y dietas mediterráneas que aconsejan los expertos en salud. Se nos piden cápsulas de plástico que proporcionan la felicidad, otras azules, para la sexualidad ilimitada, fórmulas magistrales que permitan lucir cabelleras envidiables. Todo parece ser posible con la ciencia, y fácil, pues pidiendo consulta al médico del seguro que tanto te rellena un formulario para poder ir a un balneario, como que te rellena unos informes para solicitar el reconocimiento de la dependencia.
Pero resulta que por poner ejemplos, los resfriados, las diarreas banales, el paro, la crisis y el malestar de la vida no se curan con medicinas, y son consultas que saturan los centros de primaria, mezclándose con patologías graves que deben esperar más tiempo de la cuenta y para las que tampoco tenemos a menudo las herramientas disponibles ni en el tiempo que desearíamos.
Educar a una población que ha sido engañada durante muchos años, es un objetivo imposible, mientras no se pongan a trabajar en el tema otros estamentos: políticos, asociaciones de vecinos, “ensenyament”…

¿Copago?
No rotundo para superar una crisis.
No rotundo para solucionar una falta de presupuesto.
No rotundo si ha de ser para perjudicar a los más necesitados.

Para que la sanidad pública siga funcionado, es preciso que todos colaboremos. En primer lugar es necesario abandonar promesas electoralistas que utilizan la salud. En segundo lugar una racionalización de los presupuestos, una transparencia y por último, debería instaurarse un sistema mal llamado de copago, de ticket moderador u otro que se defina, siempre justo y de coste simbólico, para racionalizar un acceso desbordado e injustificado en primaria, que ha colapsado los servicios, originando un problema que los profesionales de la salud, solos, somos incapaces de solucionar.