DE EPICURO A SARKOZY... Sobre el horario europeo





De niña, esa etapa de nuestra vida en que el futuro es una incógnita y cuando aún creemos en los cuentos, tuve la suerte de pasar largas temporadas con un familiar que era un apasionado de la filosofía, creía en el ser humano y era lector convulsivo de literatura de ficción. Me hablaba de un futuro que yo tendría la suerte de poder vivir, de un futuro donde el ser humano sería librepensador, de un futuro donde las máquinas estarían al servicio del hombre y podríamos disfrutar de la edad del ocio, de la edad del placer.

Me lo creí.

El tiempo pasó y la realidad actual parece indicar que ese futuro idílico en que las máquinas nos quitarán horas de jornada laboral, el ser humano aprenderá de sus errores y viviremos en paz y armonía, pudiendo disfrutar de la compañía de los seres queridos y dedicar el tiempo libre al placer, era por desgracia un cuento más, un sueño truncado por esta sociedad materialista que hemos creado y que se está asfixiando en su consumismo desenfrenado.

Nos estamos cargando el planeta, ahogándonos en nuestros propios residuos. Los seres humanos convivimos con un estrés y un malestar que se está integrando de forma peligrosa en nuestra manera de ser. Depresiones, ansiedad, fobias, trastornos límites, somatizaciones, son los motivos más frecuentes de consulta en centros de atención primaria.

Algo no funciona.

Mi familiar admiraba a Platón, Epicuro, Julio Verne, pero nunca supo que en el futuro la cultura sería sepultada por personajes como Berlusconi, Sarkozy y otros tantos cerebros que tienen ideas maravillosas para solucionar los problemas.
Estos vecinos de la tan ansiada unión europea, han tenido una idea genial: los trabajadores hemos de ser más productivos y han propuesto ampliar la semana laboral hasta 60 horas y para los médicos por supuesto más, ya que no daremos abasto con los casos de burn out.

El familiar que me explicaba cuentos en la infancia, desde luego no era vidente, era un pobre soñador. Por suerte no está entre los vivos para comprobar que sus vaticinios han sido totalmente opuestos.

Pero algo se me contagió. Sigo creyendo en el ser humano y deseo que mis hijos puedan un día vivir en un planeta donde las personas sean racionales, tengan horarios dignos y puedan disfrutar de una vida donde lo más importante no sea la productividad, el trepar a costa del vecino y donde sobre todo, puedan disponer de tiempo para VIVIR.

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